domingo, 12 de mayo de 2013




Llovió a cántaros. Las gotas de agua lidiaban contra los vidrios

 produciendo un murmullo irregular, perpetuo. El viento se unía 

haciendo crujir las maderas. Haciendo temblar el suelo. Incluso el

 sonido difuso de los pájaros nocturnos, a lo lejos, se fundía entre el

 bullicio de la noche. Entre los truenos y estrellas, bajo el sonar de

 las campanas de la iglesia que ya daban las siete e incluso,

 sobrecogiendo a la luna, que ni siquiera se dejaba ver. 


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