viernes, 17 de mayo de 2013


Lo admito. Y no me molesta. Que, tengo defectos. Que, tengo manías. Tengo gustos y rarezas. Imperfecciones y, cosas que no gustan a cualquiera. Y lo admito, y no, no me molesta. Puedo deciros que, siempre como y ceno sola. Que no me duermo sin leer antes y que no cierro los ojos sin tener la puerta abierta. Debo decir que aun no me he acostumbrado a seguir mi vida sin ciertas e imprescindibles personas. Que siempre, antes de escoger un libro, leo la primera y la última frase. Y que me encanta el queso. Todos los quesos, me encantan. Que odio que me organicen la vida, que me digan lo que tengo que hacer y que me infravaloren. Odio sentir que pierdo el tiempo, odio las injusticias, la impotencia y no saber hacer una tortilla. Que solo amo el verano porqué me siento libre. Por sus noches infinitas, los helados de strachatella, esos atardeceres incontables con el ocaso reflejado en la piscina y, restregarme en la arena de la playa. Que me chifla mojar la cuchara en la leche y luego meterla en el cola-cao en polvo. Me vuelven loca las revoluciones, el pan con mayonesa y el color verde. Y que pienso conservar eternamente mi casa de campo. Pero, sobretodo, por el olor que desprenden los jardines después de la lluvia. Por eso, y por los recuerdos que me trae. Además, me apasiona el teatro, los mofletes de mi hermana y sentirme realizada. No me gusta cuando se valora más lo malo que lo bueno, ni la gente que se cree que lo hace todo bien y mejor que nadie, ni tampoco el olor a pies de la sala de juegos del McDonald's. Que admito que siempre me dejo las puertas de los armarios abiertas y que no siempre soy puntual. Reconozco que, aun así, soy demasiado perfeccionista y exigente conmigo misma. Y que soy feliz cuando vivo nuevas experiencias, cuando voy a lugares nuevos.Que me irrita que la gente no se aprenda mi nombre a la primera y me toque repetirlo. Y que agradezco los días que se salen de la irritable rutina. Debo deciros que me pone rabiosísima que nunca me coincidan los botones de mi chaqueta con los agujeritos. Y que me importa, quizá más de lo que debería, lo que piensen de mí. Y, finalmente, pero no menos importante, adoro... escribir. Escribir todo, sobre todo, en todo... simplemente escribir. 










Un corazón salvaje... nunca se rompe.







Cuando por fin crees, caes. Cuando al fin confías, te fallan, te hieren. Cuando quieres aferrarte a algo, a alguien...se va. Muy lejos de ti. 
Te cuesta abrir los ojos. No quieres verlo, no quieres darte cuenta de que, de nuevo, otra vez, te han dejado sola. 
Nadie te avisó, nadie te había advertido de que la vida estaba llena de improvistos.
De idas y venidas.
De subidas y bajadas.
Pero poco a poco aprendes. Y, poco a poco, aceptas y cedes antes la opción de que, no todo, sea tan perfecto, tan ideal.
La perfección es efímera. Lo ideal es irreal. Y, las verdades... duelen.
Es así como te juras y te prometes que no dejaras ir, volando, más pétalos al viento. No malgastarás más instantes en cosas, acciones, personas superfluas.
Y, tendrás claro que, a pesar de ser primavera, siempre estarás al tanto, de cualquier camino de lágrimas. 





lunes, 13 de mayo de 2013


No tiene porqué existir un tiempo.
Un espacio detenido, un instante eterno, 
un momento perdido. 
 Porqué debes hacer que;
 no queden recuerdos, 
que no haya un futuro,
y que todo sea incierto.
 Y coleccionar miradas, 
de esas que se pierden entre las nubes almidonadas,
e intercambiar sonrisas,
de aquellas que solías dejar ir bajo el ocaso,
y guardar personajes,
de esos que crean y aparecen, casi imperceptibles,
por tu propia historia.
Porqué ya se acabó el pensar en el mañana, 
en el bien o el mal,
se acabó pensar en el pasado.
Y es que, solo vamos a dejarnos llevar por esta cuerda floja que, ya no rozaremos descalzos, sino que, hemos decidido que vamos a pisarla,
que vamos a aprovecharla al máximo,
a vivir el presente, 
a vivir el hoy,
a vivir..., la vida.




domingo, 12 de mayo de 2013




Llovió a cántaros. Las gotas de agua lidiaban contra los vidrios

 produciendo un murmullo irregular, perpetuo. El viento se unía 

haciendo crujir las maderas. Haciendo temblar el suelo. Incluso el

 sonido difuso de los pájaros nocturnos, a lo lejos, se fundía entre el

 bullicio de la noche. Entre los truenos y estrellas, bajo el sonar de

 las campanas de la iglesia que ya daban las siete e incluso,

 sobrecogiendo a la luna, que ni siquiera se dejaba ver.